La empleada doméstica me preguntó mi nombre. Le dije que era Fernando Achaval. Siempre que alguien me pide mis datos le digo que soy Fernando Achaval. No me gusta dar los míos. Además él se lo merece, ese imbécil no se debe explicar porqué le llegan tantas publicidades.
Imaginé un departamento grande; ella caminó un largo rato con el teléfono inalámbrico descolgado en busca de su patrona.
Atendió intrigada. Le hablé de modo cordial. Le di mi nombre, le dije que no me conocía y que precisaba hablar unos segundos si disponía de tiempo. Me preguntó si era familiar de Francisca Achaval. No le mentí, no lo soy.
Decidí ir al grano, le dije: “Como administrador del consorcio vecino que soy, le hago saber que a petición de inquilinos y propietarios, un escribano labró un acta que constata que su marido, Mariano Melgar, suele deambular desnudo con las cortinas y persianas abiertas, con el agravante de estar comprobado que sigue con la vista y que se muda de ambientes según la posición de la Srta. Beatriz Cohen, para lograr que ella lo observe mientras se masturba. Es la intención del consorcio no ir a tribunales, siempre y cuando Ud. logre hacerlo desistir de tan bochornoso accionar que tanto incomoda a los vecinos de la calle Barrientos.”
Ella permaneció callada. Me hizo entender con un monosílabo sonido que precisaba que se lo explicara de nuevo. Repetí: “Como administrador del consorcio vecino que soy, le hago saber que a petición de los vecinos, un escribano labró un acta que constata que su marido, Mariano Melgar, suele deambular desnudo con las cortinas y persianas abiertas, con el agravante de estar comprobado que sigue con la vista y que se muda de ambientes según la posición de la Srta. Beatriz Cohen, para lograr que ella lo observe mientras se masturba. Es la intención del consorcio no ir a tribunales…”
En ese momento me interrumpió. Me preguntó si era demente. Le dije que desconocía si ella tenía suficientes conocimientos jurídicos. Le expliqué con suavidad que el acta mencionada era suficiente prueba para ir a juicio por delitos sexuales, cosa que nadie quiere. Me insultó y cortó la comunicación. Le temblaba la voz. Quizás no me creyó, pero es seguro que va a conversarlo con su marido. Las mujeres saben leer las mentes, ella lo sabrá.