Es olor a Dora. Una mezcla de leche y tela. Un día se casó. No vivió más en casa. Se fue con un capataz.
Años después volvió. Ella era la misma pero con familia. Venía dos veces a la semana. Todavía se acuerda los números en inglés. Se los enseñé sentado en una enceradora. Ahora viene tres veces por semana.
El día de su boda fuimos a su casa. Yo era chico. Había una torta enorme con plataformas cuadradas.
Por las paredes y las mesas colgaban cañitos plásticos transparentes que conducían un líquido rojo; lo imaginé dulce. Ahora se me ocurre que eran luces de neón.
El baño era una casilla de madera en el fondo de la casa. A la vuelta las calles estaban desiertas.
Dormíamos siestas. Charlábamos en la cocina. Un día se casó. Se fue de casa. Me enojé. Él tenía cara de Citroën.
Criado por la criada.
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